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La sombra de Maiden pasó por Sívar

Domingo, 13 de Agosto de 2006
 
Dicen que las esperas valen la pena. También que a veces la calidad, como la del vino, es mejor con el tiempo. Y el sábado en el concierto de Paul Di’anno hubo esperas, también música, pero no como el vino añejo.

El toque esta vez cambiaba de cancha, literalmente, a las de basquet techadas del Gimnasio Nacional. La cita estaba para las 6 de la tarde, pero una hora después ni siquiera había signos de Ever Far, los teloneros. El tiempo pasaba, y hasta alcanzó para ver un partido de voleibol en otro pabellón para matar la espera.

Casi a las 7.30 llegó la hora de lo nacional. Ever Far ya tenía el libreto y con la incorporación de Guillermo, recordado como voz de Icarus, se acordaron de los covers europeos, como el “The sign of the cross”, de Avantasia, y a la media hora se despidieron con “I want out”, de Helloween. Frente a ellos, los metaleros no estaban tan prendidos, quizá por la hora y media de inactividad. En fin, el show tenía que continuar.

Y eso esperaban todos, que continuara... “Hay que comprar un par de birrias antes de Di’anno”, le dijo un metalero a sus amigos. Luego, a las gradas junto a la cancha para mitigar el calor. Cerveza, cigarros y hasta “montecito” de menú. Un buen rato después, el de la invitación se sostenía la quijada de aburrimiento mientras veía una de las decenas de camisas de Iron Maiden que deambulaban, por el momento lo más cercano al recuerdo de la doncella de hierro, lo que todos llegaron a ver. Ya iba una hora de espera.

Y así pasaba el tiempo. Al otro lado, los primeros colados por el techo. De repente, en la otra esquina, los demás, los que lograron doblegar la seguridad de la puerta. Si no era poco, al rato los de adentro abrieron la puerta otra vez... una treintena de metaleros para adentro. Y el show tenía que continuar.

Hasta que al fin, justo después de las 9.30, la atención era para la tarima... signos de vida. Signos de Paul Di’anno. La espera tenía frutos y con los primeros acordes, la mitad de la mara se fue al frente y empezó el mosh, la pura furia guanaca. “It’s fucking crazy...”, les respondió Di’anno. “It’s fucking crazy be here...”

No hay traducción, el único lenguaje que la mara entendía era el metal, el de Maiden que trajeron Di’anno y sus músicos, los ticos y brasileños vestidos con camisas de Mantra, la famosa banda tica. Pero no todo iba tan bien como se esperaba, pues los rebotes en el techo del recinto regresaban los acordes con distorción y se perdía la calidad.

Dia’nno trataba de compensarlo con sus rolas clásicas, como “Purgatory” y “Killers”, pero lo que quedó demostrado es que los años calan. “La Bestia”, ya con más de medio siglo en sus espaldas, ya no es el mismo que en sus años con Iron Maiden... ahora calvo, con sobrepeso y con un look totalmente diferente quiso recordar la voz con la que el puñado de roqueros de la vieja escuela que tenía enfrente crecieron. “Ya no es el mismo”, fue el comentario de más de uno... y la garganta que se desgarraba en la tarima no lo desmentía.

Pero aún así, los metaleros disfrutaron el concierto y se quitaron de encima el hastío de la larga espera. Después de todo, como muchos lo decían, es “lo más cercano a Maiden” que se tendrá en San Salvador, había que sacarle provecho.

Por eso, el mosh no se paró por un buen rato y hasta hubo espacio para un cover de los Ramones (“Hey ho, lets go”) antes de que pasara lo poco más de una hora que Di’anno se paró en la tarima, justo antes de “correr a las colinas” (“Run to the hills”, la última canción de la noche) y dejar el Gimnasio y los cientos de metaleros que llegaron por su cuota de metal.




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Paul Di'anno en San SalvadorEver Far en escenaLos colados

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