Latina

• No hemos olvidado

  © Letra y música: Rafael Francisco Góchez

  Una hoja en silencio toca mis sentidos,
  lleva muchos años sin ser escuchada;
  en su savia vuelan muchos que quisimos
  y que son fermento de mi fiel guitarra.

  Dentro de la tierra brotan las simientes,
  tan ensangrentadas, de los que partieron:
  huérfanos de risas, ahora se convierten
  en los portadores del preciado sueño.

  NO HEMOS OLVIDADO,
  AUNQUE NO LLORAMOS,
  PORQUE EL LLANTO ES OBRA
  DEL TIEMPO PASADO.

  NO HEMOS OLVIDADO,
  POR ESO CANTAMOS
  Y POQUITO A POCO
  VAMOS DESPERTANDO.

  Sube hasta nosotros, veloz, su reclamo,
  cuando está brotando cada hierba nueva:
  no se han confundido entre tantos años,
  ahora son el plasma que nos alimenta.

  Son nuestra morada, son la tierra viva,
  y nos muestran siempre la inmensa tarea
  de nunca enredarnos en las redecillas
  que nos tejen, fríos, quienes los condenan.

  NO HEMOS OLVIDADO,
  AUNQUE NO LLORAMOS,
  PORQUE EL LLANTO ES OBRA
  DEL TIEMPO PASADO.
  
  NO HEMOS OLVIDADO,
  POR ESO CANTAMOS
  Y POQUITO A POCO
  VAMOS DESPERTANDO.

• Oración

  © Letra, música y arreglos: Rafael Francisco Góchez
  Canta: Manuel Gómez

  Que se diluya el tiempo de la niebla,
  que mueran de una vez las frustraciones
  y que palpiten fuerte las fronteras
  para que se marchiten los rencores.
  
  Que crezcan hacia el sol las armonías
  -nuevas vidas, vidas nuevas-
  que finalicen ya las maldiciones y las penas.
  
  La vida que se gasta en los combates
  que pueda recobrar sus ilusiones
  y pueda liberarse de pesares
  para que sean verdad sus proyecciones.
  
  La tierra que es privada de la lluvia
  cante y nutra, nutra y cante
  una canción distinta de las marchas militares.
  
  QUE SE TRANSFORMEN LAS HERIDAS
  EN LAS RAÍCES REDENTORAS
  EN LOS ANUNCIOS DE ALEGRÍA
  QUE VITALICEN NUESTRAS HORAS,
  NUESTRO AFÁN POR EXISTIR.
  
  Que representen cosas del olvido
  las duras realidades del ayuno,
  que sea útil tanto sacrificio
  para fertilizar el buen futuro.
  
  La inquebrantable fe por los anhelos
  -libre cielo, cielo libre-
  nunca permita, nunca, traicionar a nuestra estirpe.
  
  QUE SE TRANSFORMEN LAS HERIDAS
  EN LAS RAÍCES REDENTORAS
  EN LOS ANUNCIOS DE ALEGRÍA
  QUE VITALICEN NUESTRAS HORAS,
  NUESTRO AFÁN POR EXISTIR.
  
  Y si es posible un poco de silencio
  Para escuchar las voces olvidadas
  El testimonio vivo de los muertos
  Que resucitan entre la alborada.

• Siempre un cantor

  © Letra y música: Rafael Francisco Góchez

  En el olor de las flores que se levantan al alba
  hay un pequeño suspiro fruto de nuestra esperanza.
  Es un cometa que sube junto a la fresca mañana
  y que convierte su vuelo en una bella tonada.
  
  El canto ha sido el retoño que dio ese vuelo florido,
  la voz humana es la mano que recogió ese sonido,
  la gente es tierra fértil para que sea esparcido
  y puedan darse los frutos de lo que ahora yo digo.
  
  SIEMPRE UN CANTOR ESTARÁ
  RECONSTRUYENDO EL COLOR.
  SIEMPRE UN CANTOR ESTARÁ
  RECONQUISTANDO AL AMOR.
  SIEMPRE UN CANTOR ESTARÁ
  SOÑANDO MUNDOS EN FLOR:
  CUANDO HAYA MENOS DOLOR,
  SERÁ MÁS FUERTE SU VOZ.
  
  Aquel que vive soñando con tantas cosas queridas,
  o quien se entrega completo por rescatar la alegría,
  encontrará las palabras envueltas en melodías
  para poder levantar las ilusiones caídas.
  
  SIEMPRE UN CANTOR ESTARÁ
  RECONSTRUYENDO EL COLOR.
  SIEMPRE UN CANTOR ESTARÁ
  RECONQUISTANDO AL AMOR.
  SIEMPRE UN CANTOR ESTARÁ
  SOÑANDO MUNDOS EN FLOR:
  CUANDO HAYA MENOS DOLOR,
  SERÁ MÁS FUERTE SU VOZ.
  
  

• Clamor de las hojas

  Antes que viniesen "cerritos sobre los mares",
  funestas señales opacaron el ambiente.
  Ciertamente fueron anuncios del sacrificio:
  no quedó vestigio del indio ni de su vuelo.

  Luego, con la sangre mezclada por la armadura,
  llegó la penuria al campo y a nuestros valles.
  Gritos libertarios fracasan por la ceguera
  y nuestra bandera no llora por Anastasio.

  El Izalco ruge e indica la fecha exacta:
  furia acumulada desborda, quema, sacude.
  Pregunta el desvelo: "¿será posible el futuro?".
  Muertos del ayuno, ¿habrá un rayito de cielo?

  Veinte mil sombreros (tal vez más, según me cuentan)
  ahora ya se encuentran abonando nuestro suelo.
  Casi cincuenta años después, otra explosión nueva
  hoy se degenera e ignora el grito de antaño.

  Ahora en los caminos con sangre pavimentados
  hay miles de hermanos que están presos del olvido.
  Entre contorsiones que invaden nuestro pasado
  yo escucho el llamado de nuestros antecesores.

  El Izalco ruge e indica la fecha exacta:
  furia acumulada desborda, quema, sacude.
  Pregunta el desvelo: "¿será posible el futuro?".
  Muertos del ayuno, ¿habrá un rayito de cielo?

Rafael Francisco Góchez se inició con la guitarra en verano de 1977. Ya en grupos colegiales, aprendió bajo, percusiones y teclados para. Entrada la adolescencia, empezó a experimentar con el difícil arte de la composición.

Entre 1985 y 1989 participó en las eliminatorias nacionales OTI, dos veces como cantautor y otras tantas como compositor y arreglista, destacando en 1987 con "Siempre un cantor", interpretada por Marco Antonio Chacón, y en 1989 con "Oración", en la voz de Manuel Gómez, una gran canción que, no obstante, un extraño jurado apartó hasta el tercer lugar.

Por esa misma época también desarrolló diversas actividades musicales en la UCA, donde ganó dos festivales de la canción: en 1986 con el tema "Algo sencillo", sobre letra de un texto de su hermana Delfy, cantado por Antonieta Pinto; y en 1988 con "Clamor de las hojas", en dúo con Nora Méndez.

Entre 1989 y 1991 formó el grupo "Sinapsis", con el cual dieron varios conciertos y participaron con tres temas suyos en la producción "Asaltando un cielo nuevo", un LP conmemorativo patrocinado por el Decanato de Estudiantes de la UCA.

En 2007 lanza su disco "No hemos olvidado", con las canciones de aquella época universitaria y que, no obstante haber transcurrido casi dos décadas, aún conservan su actualidad. En 2010 configura con Sarita Cáceres y otros jóvenes músicos el proyecto artístico "Balada Poética".